NATURE SAUVAGE
This High Jewellery collection reveals a new perspective of the Cartier Fauna, through new and unexpected encounters.
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El emblemático felino de la Maison se adentra en una jungla imaginaria, donde vigila un imponente zafiro de Ceilán de 26,53 quilates.

A medio camino entre el naturalismo y la estilización, esta obra despliega una poderosa sensación de vitalidad. El pelaje del tigre está formado por diamantes amarillos, naranjas, marrones y blancos. Las manchas son de ónix tallado a mano uno a uno con distintas orientaciones y en distintos planos.

Del eco que resuena entre un caparazón de erizo de mar y un suntuoso conjunto de cuentas acanaladas de esmeralda, nace un collar exuberante e híbrido.

A través de sus alas y manchas de ónix, los joyeros evocan la mariposa, el insecto favorito de la Maison. El ónix y los diamantes se alternan con cuentas de calcedonia en una paleta viva que renueva el trío rojo-verde-negro, firma cromática de la Maison. Como colgante, una rubelita de 63,76 quilates crea una deslumbrante armonía con su delicioso color.

En el repertorio animal de Cartier, el elefante suele ser representado de forma naturalista. En este collar, se presta a una interpretación que mezcla figuración y abstracción. En una auténtica aparición, el animal se dibuja en el centro del collar (orejas, trompa, ojos de esmeralda) antes de fundirse en una geometría de diamantes triangulares, rombo y kite.

La pantera, animal emblemático de Cartier desde 1914, confiere a este collar su poderosa intensidad. El felino, extraordinario por la delicadeza y precisión de su diseño, nos atrapa con su mirada de esmeralda, realzada con toques de laca negra. El collar se despliega en torno a una composición de rubelitas, crisoprasas y esmeraldas. Punteadas con diamantes y ónix que evocan el pelaje del animal, las piedras interpretan una partitura rítmica.

Este collar solo conserva un detalle del cocodrilo, animal familiar de Cartier: las escamas, representadas por esmeraldas pan de azúcar. Las piedras han sido elegidas una a una por su color y su volumen redondo. Los motivos con pavé de diamantes evocan los reflejos del mar y las ondulaciones del reptil en el agua.


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El ave de cuello y pico largos, realzado con laca negra y oro rosa, toma forma dentro de un paisaje estilizado. El flamenco rosa, una especie de la fauna de Cartier, es objeto de creaciones poéticas y a la vez alegres. Las esmeraldas evocan los juncos y las pinceladas de aguamarina recuerdan el medio acuático. Una emblemática paleta que culmina en una imponente aguamarina de 38,50 quilates.

Esta joya es el resultado de más de 1000 horas de trabajo, fruto del contraste de materiales y del dominio del volumen. Los juegos ópticos y la disposición de las piedras dibujan un flamenco rosa con un plumaje de diamantes, oculto en un arbusto de esmeraldas.


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Doma a la pantera hasta conseguir que juegue en tu mano, en forma de una joya híbrida de una elegancia magnética. Esta pulsera-anillo, totalmente articulada, confiere al menor gesto una energía salvaje. Miembros ahusados, pelaje de diamante salpicado de zafiros y ojos de esmeralda: la pantera nos observa, lista para abalanzarse, feroz guardiana de una esmeralda de Zambia de 8,63 quilates.
Las rayas, el perfil, las orejas y el hocico... Su presencia es inconfundible, impresiona. Todo ello queda realzado por las precisas y estilizadas líneas del diseño. El conjunto es rítmico, está en movimiento e impregnado de una poderosa vitalidad. La cebra, un animal muy querido en Cartier, sostiene en la boca un diamante talla esmeralda y una rubelita talla pera de 6,25 quilates. Su pelaje da lugar a un juego gráfico en el que se alternan rayas de ónix, calados y líneas con pavé de diamantes tallas brillante y esmeralda.


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Un collar que combina sorpresa y creatividad, apelando a la imaginación mediante un juego de sinuosas líneas tras las que se esconde una tortuga bajo una imponente rubelita de 71,90 quilates. El efecto de camuflaje se revela al mismo tiempo como una inteligente modularidad: el animal aparece entero, incluidas la cabeza y las patas, cuando se convierte en un broche.

Bajo una rubelita de 71,90 quilates, oculta tras un motivo de escamas de diamantes y rubelita, se encuentra una tortuga que puede transformarse en broche. Una aparición que resulta posible gracias a un ingenioso sistema que permite plegar dos pequeños enganches.


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Dos reptiles simétricos serpentean. Sus escamas de diamantes están engastadas con esmeraldas y sus cabezas, coronadas con diamantes kite. Entre ellas, nueve esmeraldas octogonales de Colombia con un total de 14,72 quilates. Una composición híbrida en la que lo orgánico se funde con lo urbano a través de un juego de motivos perfectamente geométricos. La intensidad cromática de las piedras resuena en total armonía.